Desde hace años, se nos ha informado repetidamente a través de diversos medios sobre la importancia de incluir en nuestra dieta alimentos ricos en antioxidantes. Estudios han demostrado que algunas de estas moléculas están relacionadas con la prevención de enfermedades, como el betacaroteno sérico, que se ha vinculado a una menor incidencia de cáncer.
A pesar de que los antioxidantes son un tema recurrente en artículos de salud y nutrición, rara vez se ofrece una explicación clara sobre qué son y cómo funcionan para combatir enfermedades comunes. En este artículo, exploraremos qué son los antioxidantes y cómo interactúan con las moléculas que pueden dañar nuestras células y, en última instancia, nuestra salud.
Los antioxidantes son moléculas que se utilizan en la industria alimentaria y química desde el siglo XIX. Originalmente, se empleaban como aditivos debido a su capacidad para oxidarse en lugar de otras sustancias, lo que resultaba especialmente útil para la conservación de alimentos y en productos como el caucho. Entonces ¿cómo es que estos aditivos pasaron de ser utilizados industrialmente a ser considerados una opción para disminuir el riesgo de padecer enfermedades cardíacas u oncológicas?
Desde la década de los ’60s, varias investigaciones se han enfocado en observar el comportamiento de los antioxidantes en el ámbito de la salud, llevando a los estudiosos a notar que estos son sumamente efectivos en neutralizar unas moléculas conocidas como radicales libres, las que son altamente reactivas debido a que uno o más de sus componentes estructurales, los electrones, se encuentran desapareados.
Por otro lado, la naturaleza de los radicales libres hace que puedan interactuar con otras moléculas y desestabilizarlas, generando lo que se conoce como estrés oxidativo, lo que provoca un aumento en la producción de especies oxidantes, principalmente Especies Reactivas de Oxígeno (ERO o ROS por sus siglas en inglés), que afectan las membranas celulares y alteran su equilibrio.
Este daño oxidativo se propaga de célula en célula. Si se mantiene de forma constante, puede dar lugar a una disminución del funcionamiento del sistema inmunológico, así como a problemas cardiovasculares, gástricos, respiratorios y hormonales. Es importante destacar que los radicales libres se generan continuamente en diversos procesos celulares, donde desempeñan funciones vitales, como la señalización celular y el control del sistema inmunológico. Sin embargo, el problema surge cuando sus niveles aumentan, ya sea debido a factores internos o externos, como la radiación solar, el humo del tabaco, toxinas y pesticidas.
Una de las principales formas de evitar el daño que producen es a través de la acción de los antioxidantes, los cuales pueden neutralizar a los agentes oxidantes mediante la liberación de electrones, permitiendo que los radicales libres sean capaces de captarlos y alcanzar la estabilidad electroquímica. En la siguiente figura se muestra la manera en que el antioxidante es capaz de evitar la reactividad del radical libre.
Acción de un antioxidante frente a una molécula inestable con electrón desapareado. [Gráfica] Obtenida de Coronado et al. (2015).
Al igual que las ERO y otros oxidantes, las células producen moléculas antioxidantes, las cuales protegen frente a radicales libres generados durante el metabolismo. Algunos de antioxidantes son ciertas enzimas como la catalasa o el glutatión peroxidasa, las cuales cumplen funciones de neutralizar moléculas como peróxidos.
Cada vez es más común escuchar sobre los antioxidantes presentes en los alimentos, y su interés radica en su capacidad para prevenir y reducir el daño celular causado por los radicales libres. Como mencionamos anteriormente, estos radicales desempeñan un papel crucial en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, degenerativas y el proceso de envejecimiento.
Los antioxidantes se encuentran de forma natural en diversos alimentos, como frutas, verduras, cereales y legumbres, lo que ha impulsado su consumo. Entre los más conocidos se encuentra la vitamina C, un micronutriente esencial que se halla principalmente en frutas cítricas. Su actividad antioxidante se centra en la prevención del envejecimiento, al proteger el ADN del daño causado por los radicales libres, y en la reducción del riesgo de enfermedades cardíacas.
El vino tinto también es una destacada fuente de antioxidantes, y sus beneficios se conocen desde hace siglos. Se ha demostrado que su consumo moderado ayuda a reducir la presión arterial en personas con hipertensión y el riesgo de enfermedades cardiovasculares. La capacidad antioxidante del vino se debe a los polifenoles que contiene, en particular el resveratrol, que está estrechamente relacionado con la protección cardíaca.
En los últimos años, los arándanos han cobrado protagonismo como una fuente rica en antioxidantes, en particular la antocianina, un pigmento que no solo le da su característico color a la fruta, sino que también posee propiedades antioxidantes. Estas propiedades ayudan a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo II y a aliviar el deterioro cognitivo asociado a la enfermedad de Alzheimer.
Por otro lado, no hace mucho se descubrió en nuestro país la existencia del antioxidante más potente a nivel celular conocido: la benzofuranona.
Este compuesto se encontró en la cáscara seca de la cebolla gracias a la investigación llevada a cabo por los académicos del Laboratorio de Antioxidantes del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA), Jocelyn Fuentes y Hernán Speisky. Estudios en animales han demostrado la eficacia de la benzofuranona al proteger la mucosa intestinal de los efectos irritantes de antiinflamatorios no esteroidales y el alcohol, los cuales generan radicales libres.
El próximo paso en la investigación es avanzar en la preparación de un extracto de piel de cebolla con una cantidad estandarizada de benzofuranona para iniciar estudios clínicos. La gran ventaja de este antioxidante es que se requiere una dosis extremadamente baja para ejercer su efecto protector en comparación con otros antioxidantes.
Investigación Chilena sobre antioxidante presente en la cáscara de cebolla. [Fotografía] Obtenida de Universidad de Chile.
Desde los años 90, el consumo de antioxidantes ha experimentado un crecimiento considerable, extendiéndose más allá de las frutas y verduras. Ahora, los antioxidantes se encuentran disponibles en forma de suplementos alimenticios o vitaminas.
Además, en el ámbito de la agricultura, se ha observado un creciente interés en el desarrollo de frutas y verduras que contienen naturalmente altas concentraciones de estas valiosas moléculas antioxidantes. Esto ha llevado a que haya más investigaciones destinadas a crear variedades de plantas que produzcan frutos con una mayor concentración de antioxidantes.
Divulgadora experta en explicar temas complejos en formas simples usando la ayuda de material visual y humor.
Bioquímica interesada en la divulgación de ecosistemas, así como el cuidado de la flora, fauna y funga.